jueves, 5 de febrero de 2009

Unidad IV Análisis y Usos de Los Resultados de la Evaluación


Integrantes: Iraida Santana, María Antonieta Quintero, Ana Borges, Heidy Briceño, Amelia Quiñónez, Wendy Zapata, Laury Mártinez


Unidad IV Análisis y Usos de Los Resultados de la Evaluación

La evaluación del aprendizaje es una práctica de suma importancia en el ámbito educativo a la que, sin embargo, se le ha dado poco espacio en la reflexión. La concepción sistémica de las funciones de la evaluación y las acciones que de ella se derivan la hacen acentuar su omnipresencia en el proceso formativo de la escuela, por lo que maestros y directivos deben trabajar por lograr su extensión a la familia y a la microsociedad del alumno, donde debe prevalecer la naturalidad, voluntariedad, independencia y cotidianidad; sin buscar momentos o encuentros especiales para constatar qué ha aprendido el alumno, o qué niveles de ayuda necesita.
Evaluar no es en modo alguno, clasificar grupos o alumnos de acuerdo con sus posibilidades, ni dar una calificación para buscar una relación proporcional entre el juicio de valor y los conocimientos adquiridos: todo aprendizaje está avalado por resultados cualitativos que van evolucionando a través de diferentes momentos del desarrollo, en la dinámica de la interacción con los demás sujetos, en la comprensión más profunda de los resultados que alcanza y sus causas para orientarse respectivamente hacia estadios más cualitativos de autoaprendizaje. El docente no se debe imponer nunca utilizando la calificación como elemento de poder sobre sus alumnos, lo que, lamentablemente a veces sucede. La evaluación educativa es una estrategia de recolección de información sobre los diferentes momentos, actores y auxiliares del proceso enseñanza-aprendizaje. Si bien es indispensable que cada profesor haga evaluaciones particulares y a profundidad de estos elementos al interior de su espacio de trabajo, es también necesario contar con perspectivas más generales de la labor académica que sirvan de monitor a la totalidad de la comunidad de las escuelas. La información obtenida debe llegar a los destinatarios para que puedan darle utilidad. Utilizándola como medida de logros y los ayude a reflexionar en cuanto a la pertinencia de la evaluación, es el de decidir la manera de presentar la información obtenida y el análisis realizado con base en la aplicación de los métodos e instrumentos, así como los modos e instancias de distribución de estos datos. Es útil discutir de antemano estos elementos, y evaluar la certeza de nuestras decisiones luego de cada experiencia de divulgación, mejorando sucesivamente las estrategias de difusión con base en las observaciones que se hagan.
En cuanto al dilema de las calificaciones cualitativas y cuantitativas este dilema parece estar más resuelto ahora. La polarización que se había instalado entre ambos enfoques no parece permisible, dado que la cantidad y la calidad se refieren a diferentes dimensiones de lo real. La primera es palpable, fácil de averiguar. La calidad es difícil de medir, ya que su definición no es relacionada.
La descomposición y la polarización de los enfoques no nos ayudan cuando el propósito de construir un sistema de evaluación no apunta solamente a ejercer un control sobre la calidad de la educación, sino a desarrollar un proceso evaluativo que nos permita interiorizarnos mejor de las motivaciones, intereses, actitudes, recursos, condiciones y acontecimientos escolares que interactúan para producir y dar forma al conocimiento.
No cabe duda de que conocer el comportamiento de los indicadores cuantitativos del funcionamiento del sistema educativo del país, en un tiempo dado y en su evolución, siempre es necesario.
Los índices de incorporación, matriculación, promoción, repetición y deserción facilitan importantes análisis y decisiones políticas basadas en su conocimiento. Pero no podemos desconocer que las exigencias actuales se centran en la necesidad de contar con indicadores que expresen los niveles de calidad del sistema.
Para satisfacer esta exigencia se requiere producir un tipo de información distinta. Su adecuada captación y su elaboración dependen de la aplicación de otras metodologías y procedimientos para evaluar.
El enfoque cuantitativo no hace referencia a la realidad del currículum enseñado, sino que, por lo general, parte del currículum prescripto y a partir de él estima la conformidad o no de los resultados a la norma instituida.
El enfoque cualitativo, por su propia metodología, puede tomar en consideración el currículum efectivamente enseñado, la especificidad de la gestión institucional con relación a la interpretación que se hace de los saberes aprendidos por el alumno y las variables contextuales más amplias en su carácter de condiciones para la enseñanza y el aprendizaje. La acción educativa evaluada, el enfoque cualitativo nos conecta más directamente con la realidad institucional, la curricular y la práctica docente reflejada en las estrategias cognitivas de los alumnos cuando producen sus respuestas en las pruebas que se les toman.
La evaluación cualitativa tiene que promover un fenómeno participativo, de modo que paulatinamente aquélla se gestione por iniciativa "de adentro para afuera" como forma factible de un auténtico mejoramiento de la calidad de la educación en sus múltiples dimensiones de expresión. La evaluación pasa por su práctica; por ello es necesario un tiempo de "convivencia pedagógica" en la escuela para que los evaluadores externos e internos lleguen a disponer del marco conceptual e instrumental que permita complementar las informaciones que cada uno debe aportar en el sistema global.Como señalan Cook y Reichardt, para una comprensión completa de una evaluación, ésta tendría que realizar al menos tres tareas: comprobación, valoración del impacto y explicación causal. En consecuencia, la combinación flexible de ambos enfoques -para atender a las múltiples necesidades de información del sistema educativo- contribuye a corregir los errores que, inevitablemente, presentan los métodos cuantitativos y cualitativos cuando se los usa por separado. Debemos precisar que esta última recomendación no es fácil de seguir. Actualmente la cuestión consiste en conocer mejor ambos paradigmas como sucede cuando se describe la polarización a que conlleva optar por uno u otro. Diríamos en rigor que, tal vez, estemos en el trance de elaborar una nueva metodología que se apoye en una reflexión entre estos dos desarrollos opuestos para establecer, a fin de cuentas, el grado de su complementariedad sin excusarnos de asumirle cambio, tarea no segura pero prometedora. La evaluación en lo educativo es una tarea fundamental, por su función de realimentación del sistema y sus subsistemas. Pasaron ya los tiempos de decidir entre una evaluación cuantitativa y una cualitativa, aunque es cierto que subsiste el problema técnico de que algunos tipos de evaluación, por su naturaleza, tienden a pertenecer mayormente a uno de estos dos campos. La evaluación de lo educativo debe ser llevada a cabo por la comunidad. Debe haber participación de los actores educativos en las diferentes fases de la evaluación, principalmente en las de fundamento (cuando se establecen los criterios, con base en valores reconocidos por el grupo) y en las de realimentación propiamente dicha. Una cultura de evaluación no significa una época de terror, de premios y castigos basados en procesos desconocidos que asignan números bajo reglas cabalísticas oscurísimas: ésa es la cultura de la zanahoria y el palo para hacer andar al "motor ecológico". En una cultura de evaluación hay un interés de los participantes del proceso educativo por conocer el desempeño personal y grupal para analizar lo alcanzado y dirigir esfuerzos con conocimiento de causa que aumenten las probabilidades de éxito, y hay también un esfuerzo sostenido por revisar y mejorar constantemente los medios por los que se obtiene la información que sirve de base para los análisis.
El Diseño Curricular del Sistema Educativo Bolivariano (pp.73, 2007), cita: “La evaluación de los aprendizajes implica entender, desde otra perspectiva, el significado del y la estudiante dotado de potencialidades internas, actitudes, aptitudes, intereses y anhelos, las cuales va desarrollando en la medida en que crece y evoluciona en convivencia con otros y otras, y se forma como un ser capaz de aprender y desaprender, en contextos socio-culturales diferentes, como ámbitos de formación académica o social.”